domingo, 4 de diciembre de 2022

 


En septiembre de 1811 el general San Martín abandonaba Cádiz luego de casi 20 años de servicio en el ejército español.

“Yo servía en el ejército español. Veinte años de honrados servicios me habían atraído alguna consideración. Sin embargo de ser americano supe la revolución de mi país, y al abandonar mi fortuna y mis esperanzas, solo sentía no tener más que sacrificar al deseo de contribuir a la libertad de mi patria”.

Parte para Londres. No conserva ni el uniforme ni el armamento español y resuelve hacer la adquisición que será centro de nuestro relato.

Un sable curvado, de hoja alfanjada, de características árabe-morisco, liviano, de impecable acero. Había nacido el legendario sable corvo de San Martín que le acompañaría en toda su campaña y que dos veces sería legado por decisión propia y familiar y junto a su portador cruzará el océano por primera vez.

Y el 9 de marzo de 1812 llega al Plata.

Casi un año después hace su debut en el combate de San Lorenzo. Al parecer el sable corvo no acompaña al General en esa ocasión pues en 1814 al hacerse cargo del Ejército del Norte regala su espada a su edecán el futuro general Lamadrid diciéndole: “la espada que me acompañó en San Lorenzo”. No era el sable corvo.

Cruce de la Cordillera, Chacabuco, la estadía en Chile, Cacha Rayada, Maipú siempre en su compañía.

Pero veamos su visión del uso de las armas. Antes de embarcarse al Perú se dirige a Estanislao López.

“Unámonos paisano mío, para batir a los maturrangos que nos amenazan: Divididos seremos esclavos, unidos los batiremos. Hagamos un esfuerzo de patriotismo. Depongamos resentimientos particulares y concluyamos nuestra obra con honor. Mi sable no saldrá jamás de la vaina por opiniones políticas. Usted es un patriota y yo espero que hará en beneficio de nuestra independencia todo género de sacrificios”.

 

SEGUNDO VIAJE

En 1822 se exilia voluntariamente. Renuncia como Protector del Perú y regresa a Santiago primero y Mendoza después solo acompañado de su sable corvo y el estandarte de Pizarro. En Buenos Aires el clima le es hostil. Inexplicablemente Martín Rodríguez y Rivadavia son sus enemigos. La muerte de Remedios completa el panorama. Ya no tiene más que hacer en su patria grande. Hasta su vida corría riesgo.

Respecto a su viaje a Buenos Aires dice:

“Pero si la fatalidad así lo quiere, yo daré por respuesta mi sable, la libertad d un mundo, el estandarte de Pizarro y las banderas que flotan en la catedral conquistadas con aquellas armas que no quise teñir con sangre argentina”.

El 10 de febrero de 1824 acompañado de Merceditas parte a Europa. Pero esta vez el sable no lo sigue. Suponemos quedó en Mendoza en custodia de Josefa Ruiz Huidobro a quien confió sus papeles y su equipaje. También queda “un Inventario del cajón de armas” que deja al gobernador.

Como sabemos no puede radicarse en Francia por problemas de papeles que le crea el gobierno de Buenos Aires. Si es recibido con honores en Inglaterra y Escocia.

En 1829 incitado por el gobierno y amigos tras la renuncia de Rivadavia viaja al Río de la Plata. Y decimos Plata pues como sabemos no llega a desembarcar en Buenos Aires.  Esta vez tampoco lo acompañó el corvo que continuaba en Mendoza.

En 1835 se dirige a su yerno Balcarce y a su hija que se encontraban de viaje por estas tierras.

“Lo que sí les encargo traigan es mi sable corvo que ha servido en todas mis campañas en América y servirá para algún nietecito si es que lo tengo”.

Y el sable cruza por segunda vez el océano.

 



TERCER VIAJE

Ya en 1838 San Martín había ofrecido su sable a Rosas. Lo apoya en su defensa de la soberanía ante el avance anglo-francés.

Y en 1844 próximo a iniciarse un nuevo conflicto que tendría su punto máximo de tensión en la Vuelta de Obligado redacta su testamento, donde dispone en su clausura tercera y respecto a su sable corvo:

“Le será entregado al General de la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas como una prueba de la satisfacción que he tenido al ver la firmeza con la que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.

Adversarios de Rosas intentaron desvirtuar esta donación pero como para que no quedaran dudas de su contenido escribe el General en 1846:

“Tentado estuve de mandarle mi espada por aquel acto de entereza donde con cuatro cañones hizo conocer a la escuadra anglo-francesa que pocos o muchos, sin contar los elementos, los argentinos saben defender su independencia”.

En 1850 apagada la vida del Libertador, su albacea Mariano Balcarce escribe a Rosas que le hará llegar el sable con la documentación testamentaria correspondiente.

Y el sable corvo ese mismo año viaja por cuarta vez y cruza el mar con destino a la Patria.

 

CUARTO VIAJE

Pero la suerte del gobierno de Rosas ya casi estaba echada. Vencido en Caseros, Rosas se embarca para Inglaterra. Lo acompaña solo Manuela y poco equipaje. Pero como tesoro preciado lleva consigo el sable de San Martín. En Southampton le guardará en su cofre especialmente construido a ese fin.

En 1862 redacta Rosas su primer testamento en el cual en su décima octava cláusula deja a su amigo Juan Nepomuceno Terreno o a su viuda si él hubiese fallecido o a su hijo Máximo Terrero si ambos no estuviesen. Recordamos que Máximo era el esposo de Manuelita.

 

QUINTO VIAJE

De acuerdo a la voluntad de Rosas en 1886 el sable continuaba en poder de Máximo y Manuelita. Diez años después don Adolfo Carranza, director del recientemente fundado Museo Histórico Nacional escribe a Manuelita en extensa carta los fundamentos por los cuales solicita la donación del sable al museo.

Lo meditarán Manuelita y Máximo y la respuesta es afirmativa.

En 1897 Manuel Terrero en representación de sus padres se presenta en la legación argentina en Londres con el sable y su cofre para poner los sellos correspondientes.

El 5 de febrero de 1897 el sable es embarcado para llegar al puerto de la Plata el 26 de febrero en donde sería transferido a una nave de guerra argentina para arribar a Buenos Aires y ser devotamente depositado en el Museo Histórico Nacional (el sable fue robado dos veces del museo). Como sabemos principalmente por razones de resguardo se halla actualmente en el Regimiento de Granaderos de San Martín en Palermo.

El sable corvo del general San Martín había cruzado por quinta y última vez el mar océano en rumbo a su destino definitivo.

 

Nota: en el año 2015 por disposición presidencial el sable fue reintegrado al Museo Histórico Nacional.

 

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Ramallo Jorge María: “Historia del sable de San Martín”.

Círculo Militar, “San Martín 150 años”, año 2000.

Dellepiane, Antonio, “Rosas en el destierro”, año 1936.

Balzano Fernández, “El general San Martín en el exilio”, año 1978.

Grosso Florencia, “Remedios Escalada de San Martín”, año 1999.

Mitre, Bartolomé, “Historia de San Martín”, Peuser, año 1946.

 

 

Recopilación: Alberto Luis Guercio