En septiembre de 1811 el general San Martín abandonaba Cádiz
luego de casi 20 años de servicio en el ejército español.
“Yo servía en el ejército español. Veinte años de honrados
servicios me habían atraído alguna consideración. Sin embargo de ser americano
supe la revolución de mi país, y al abandonar mi fortuna y mis esperanzas, solo
sentía no tener más que sacrificar al deseo de contribuir a la libertad de mi
patria”.
Parte para Londres. No conserva ni el uniforme ni el
armamento español y resuelve hacer la adquisición que será centro de nuestro
relato.
Un sable curvado, de hoja alfanjada, de características
árabe-morisco, liviano, de impecable acero. Había nacido el legendario sable
corvo de San Martín que le acompañaría en toda su campaña y que dos veces sería
legado por decisión propia y familiar y junto a su portador cruzará el océano por
primera vez.
Y el 9 de marzo de 1812 llega al Plata.
Casi un año después hace su debut en el combate de San
Lorenzo. Al parecer el sable corvo no acompaña al General en esa ocasión pues
en 1814 al hacerse cargo del Ejército del Norte regala su espada a su edecán el
futuro general Lamadrid diciéndole: “la espada que me acompañó en San Lorenzo”.
No era el sable corvo.
Cruce de la Cordillera, Chacabuco, la estadía en Chile,
Cacha Rayada, Maipú siempre en su compañía.
Pero veamos su visión del uso de las armas. Antes de embarcarse
al Perú se dirige a Estanislao López.
“Unámonos paisano mío, para batir a los maturrangos que nos
amenazan: Divididos seremos esclavos, unidos los batiremos. Hagamos un esfuerzo
de patriotismo. Depongamos resentimientos particulares y concluyamos nuestra
obra con honor. Mi sable no saldrá jamás de la vaina por opiniones políticas.
Usted es un patriota y yo espero que hará en beneficio de nuestra independencia
todo género de sacrificios”.
SEGUNDO VIAJE
En 1822 se exilia voluntariamente. Renuncia como Protector
del Perú y regresa a Santiago primero y Mendoza después solo acompañado de su sable
corvo y el estandarte de Pizarro. En Buenos Aires el clima le es hostil.
Inexplicablemente Martín Rodríguez y Rivadavia son sus enemigos. La muerte de
Remedios completa el panorama. Ya no tiene más que hacer en su patria grande.
Hasta su vida corría riesgo.
Respecto a su viaje a Buenos Aires dice:
“Pero si la fatalidad así lo quiere, yo daré por respuesta
mi sable, la libertad d un mundo, el estandarte de Pizarro y las banderas que
flotan en la catedral conquistadas con aquellas armas que no quise teñir con
sangre argentina”.
El 10 de febrero de 1824 acompañado de Merceditas parte a
Europa. Pero esta vez el sable no lo sigue. Suponemos quedó en Mendoza en
custodia de Josefa Ruiz Huidobro a quien confió sus papeles y su equipaje.
También queda “un Inventario del cajón de armas” que deja al gobernador.
Como sabemos no puede radicarse en Francia por problemas de
papeles que le crea el gobierno de Buenos Aires. Si es recibido con honores en
Inglaterra y Escocia.
En 1829 incitado por el gobierno y amigos tras la renuncia
de Rivadavia viaja al Río de la Plata. Y decimos Plata pues como sabemos no
llega a desembarcar en Buenos Aires. Esta vez tampoco lo acompañó el corvo que
continuaba en Mendoza.
En 1835 se dirige a su yerno Balcarce y a su hija que se
encontraban de viaje por estas tierras.
“Lo que sí les encargo traigan es mi sable corvo que ha
servido en todas mis campañas en América y servirá para algún nietecito si es
que lo tengo”.
Y el sable cruza por segunda vez el océano.
TERCER VIAJE
Ya en 1838 San Martín había ofrecido su sable a Rosas. Lo
apoya en su defensa de la soberanía ante el avance anglo-francés.
Y en 1844 próximo a iniciarse un nuevo conflicto que tendría
su punto máximo de tensión en la Vuelta de Obligado redacta su testamento,
donde dispone en su clausura tercera y respecto a su sable corvo:
“Le será entregado al General de la República Argentina Don
Juan Manuel de Rosas como una prueba de la satisfacción que he tenido al ver la
firmeza con la que ha sostenido el honor de la República contra las injustas
pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.
Adversarios de Rosas intentaron desvirtuar esta donación
pero como para que no quedaran dudas de su contenido escribe el General en
1846:
“Tentado estuve de mandarle mi espada por aquel acto de
entereza donde con cuatro cañones hizo conocer a la escuadra anglo-francesa que
pocos o muchos, sin contar los elementos, los argentinos saben defender su
independencia”.
En 1850 apagada la vida del Libertador, su albacea Mariano
Balcarce escribe a Rosas que le hará llegar el sable con la documentación
testamentaria correspondiente.
Y el sable corvo ese mismo año viaja por cuarta vez y cruza el
mar con destino a la Patria.
CUARTO VIAJE
Pero la suerte del gobierno de Rosas ya casi estaba echada.
Vencido en Caseros, Rosas se embarca para Inglaterra. Lo acompaña solo Manuela
y poco equipaje. Pero como tesoro preciado lleva consigo el sable de San
Martín. En Southampton le guardará en su cofre especialmente construido a ese
fin.
En 1862 redacta Rosas su primer testamento en el cual en su
décima octava cláusula deja a su amigo Juan Nepomuceno Terreno o a su viuda si
él hubiese fallecido o a su hijo Máximo Terrero si ambos no estuviesen.
Recordamos que Máximo era el esposo de Manuelita.
QUINTO VIAJE
De acuerdo a la voluntad de Rosas en 1886 el sable
continuaba en poder de Máximo y Manuelita. Diez años después don Adolfo
Carranza, director del recientemente fundado Museo Histórico Nacional escribe a
Manuelita en extensa carta los fundamentos por los cuales solicita la donación
del sable al museo.
Lo meditarán Manuelita y Máximo y la respuesta es afirmativa.
En 1897 Manuel Terrero en representación de sus padres se
presenta en la legación argentina en Londres con el sable y su cofre para poner
los sellos correspondientes.
El 5 de febrero de 1897 el sable es embarcado para llegar al
puerto de la Plata el 26 de febrero en donde sería transferido a una nave de
guerra argentina para arribar a Buenos Aires y ser devotamente depositado en el
Museo Histórico Nacional (el sable fue robado dos veces del museo). Como
sabemos principalmente por razones de resguardo se halla actualmente en el
Regimiento de Granaderos de San Martín en Palermo.
El sable corvo del general San Martín había cruzado por
quinta y última vez el mar océano en rumbo a su destino definitivo.
Nota: en el año 2015 por disposición presidencial el sable
fue reintegrado al Museo Histórico Nacional.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Ramallo Jorge María: “Historia del sable de San Martín”.
Círculo Militar, “San Martín 150 años”, año 2000.
Dellepiane, Antonio, “Rosas en el destierro”, año 1936.
Balzano Fernández, “El general San Martín en el exilio”, año
1978.
Grosso Florencia, “Remedios Escalada de San Martín”, año
1999.
Mitre, Bartolomé, “Historia de San Martín”, Peuser, año
1946.
Recopilación: Alberto Luis Guercio